Dar cera, pulir cera
Hola, ¿qué tal? Aquí tu disco funk rayado favorito. ¿Sabes aquello que pone al final de todos los patrones de ‘sumerge la prenda en agua templada y bloquea según las medidas propuestas’? ¿Sabes a qué me refiero? Sí, sí. La parte esa que te saltas tan alegremente. Esa.
Titi, yo soy como el pepito grillo de la mala conciencia de las tejedoras. Tú y yo lo sabemos. Pero, permíteme exponer mis argumentos porque hoy mi grillismo viene con un twist. Estoy segura de que podré convencerte de que lo que te vengo a contar hoy tiene su qué. ¿Sumergir la prenda en agua templada al terminar de tejer? OK. ¿Meterle el hidrogenesse al agua? Pues no tanto.
Hoy vengo a romper una lanza a favor de los jabones especiales para lana. Vaya por delante que hasta ahora mi apreciación por estos jabones era regulera. Algunos me parecían (siguen pareciéndome, de hecho) absurdamente caros. Otros me huelen a perfume chungo. ¿Para qué usar un jabón especial? ¿De veras está justificado? Creo que parte de mis dudas, las alimenta el marketing con el que se me presentan este tipo de ‘soaks’ sin aclarado. Aparte de que huelen bien y son muy lujosillos, ¿para qué sirven?
No planches los jerseys, que se quedan tiesos.